fbpx

El Mediterráneo alumbró la civilización grecolatina, un marco de pensamiento en el que el ser humano tiene una posición central, un sujeto poseedor de derechos y de las más exigentes obligaciones, y que nos ha traído a cotas de desarrollo ético y material inimaginables.

Sobre esta concepción se ha ido construyendo una cultura en sus diferentes expresiones, variada y creciente en finas capas de sedimentación, como cualquier proceso cultural cuando es auténtico.

Y siempre el toro. El toro en las orillas del Mediterráneo ha sido un animal totémico, un mito necesario en nuestra manera de entender el mundo. No es casualidad que sea precisamente un toro el animal sobre el que se sostienen los mitos fundacionales de la propia Europa.

Es sin embargo el genio ibero el que encuentra significados más profundos sobre la vida y la muerte en su relación con ese toro universal.

Y es así como, en tiempos en que nuestro Siglo de Oro se encuentra en su plenitud ensanchando los límites de la cultura de la humanidad, cuando se alumbra la tauromaquia como una de nuestras expresiones culturales más características.

La cultura ni se crea ni se destruye por decreto, sino que es el producto del tiempo, de la creación de unos y de la asunción por un pueblo de esas creaciones. Así surge y se desarrolla la tauromaquia.

También de esta manera, desde los orígenes iberos, la tauromaquia se adopta en otros lugares, pueblos con una pulsión vital similar, una manera parecida de encarar la vida y la muerte, de celebrar y exaltar de una manera radicalmente vital la existencia.

La tauromaquia es el regalo cultural de estos pueblos a la humanidad.

Porque la UNESCO nos recuerda que la diversidad cultural es una característica esencial de la humanidad, y que precisamente esta diversidad cultural constituye un patrimonio común de la humanidad, que debe preservarse en beneficio de todos.

Francia, Portugal, México, Ecuador, Venezuela, Colombia, Perú y España, somos guardianes de un exquisito patrimonio de todos, responsables de su cuidado y de su traslación de generación en generación.

Hoy hemos decidido celebrar el Día de la Tauromaquia, una declaración de amor a una forma de entender la vida, y también un emocionado grito de orgullo por nuestra cultura.

Un día también para sentirnos unidos, para estar juntos en estos tiempos de ataques. El mundo del toro tiene muchas visiones, muchas maneras de entenderse, a veces radicalmente opuestas, y eso es lo que hace que nuestra cultura sea tan viva y poderosa.

Pero a todos nos une la misma pasión por el toro, una cultura común, un patrimonio heredado que tenemos la misión de conservar y transmitir a nuestros hijos.

Luchemos por lo nuestro. Unidos y orgullosos, nadie nos podrá arrebatar la tauromaquia, nuestro patrimonio cultural común de la humanidad.

 

Victorino Martín

Ganadero y presidente de la Fundación del Toro de Lidia