Estrella Morente en OT 2020: ¿Dónde está el límite de la censura?

En este artículo publicado en El Mundo el  24 de febrero de 2020, Victorino Martín, presidente de la FTL, analiza la polémica suscitada en OT 2020 por la reivindicación taurina de Estrella Morente durante la retransmisión de la Gala 6.

En este sentido, Victorino Martín afirma:

“La tauromaquia se ha convertido en un auténtico termómetro de la sociedad. De una sociedad libre y tolerante, que puede entender y aceptar al que opina diferente, frente a una sociedad en la que unos deciden sobre lo que es aceptable y lo que no”.

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¿Animalismo en La Moncloa?

Artículo de Victorino Martín, presidente de la Fundación del Toro de Lidia, para El Mundo.

La tauromaquia es cultura popular y, por tanto, vive ajena a las ideologías políticas. O al menos así debería ser. En este sentido, el mundo del toro no debería tener nada que opinar sobre si un gobierno es de una manera o es de otra. Pero los toros, eso sí, son incompatibles con una ideología, la animalista, cuyos postulados parten de la premisa de que hombres y animales son sujetos de una consideración similar, incluso homologable en algunos casos.

Es más, consideramos que el animalismo no es simplemente una opción política, sino una ideología incompatible con nuestra civilización. En palabras del filósofo Francis Wolff, el animalismo es una de las modenas utopías potencialmente destructoras de nuestra civilización.

En cualquier caso, con lo que desde luego es incompatible es con cualquier tipo de solución para la España vaciada. La España vacía, la España rural, es un espacio de nuestro territorio intrínsecamente ligado al uso milenario de los animales por parte del hombre. Estos usos han dado lugar no solo a toda una actividad, la ganadera, sino a una cosmovisión de costumbres, de canciones, de festejos, de dichos y usos… de nuestro patrimonio material e inmaterial, en definitiva.

La introducción de políticas fundamentadas en la ideología animalista supondría la última bala, la definitiva, dirigida al corazón del mundo rural. Por eso hablar de la España vacía y de animalismo es absolutamente incompatible. O políticas sobre España vaciada o animalismo, pero las dos cosas no.

Cierto es que el acuerdo firmado entre el PSOE y Unidas Podemos no recoge el compromiso expreso de aprobar medidas animalistas, pero sí propugna en el punto 3, “la garantía de un trato digno a los animales”, una declaración de intenciones tácita que transitaría esa senda. De todos es conocido que Unidas Podemos ha defendido postulados expresamente animalistas, que si bien quedan ocultados en su último programa electorla, se han manifestado tanto en sus anuncios electorales, en las declaraciones de algunos de sus dirigentes o en iniciativas legislativas presentadas en algún parlamento autonómico.

Y el punto 8 del preacuerdo de PSOE y Unidas Podemos reza “Revertir la despoblación: apoyo decidido a la llamada España vaciada”. Pues bien, esto es completamente incompatible con abrir la vía del animalismo. Cuando uno se asienta en posiciones de gobierno no suele atemperar radicalismos pasados, por lo que confiamos en que UP adquiera una perspectiva más amplia y no desempolve sus propuestas animalistas, radicalismo ideológico inaudito y ataque frontal y definitivo a la España rural, su vaciamiento definitivo.

Quizás tengamos que escuchar, no sería la primera vez, que es que los pueblos de la España rural tenemos que “reconvertirnos”, “reciclarnos”, “evolucionar” o cosas similares, con esa especie de condescendiente superioridad con que algunos urbanitas se atreven a hablarnos a la gente del mundo rural, Nos sugieren que ser ganaderos, que tener animales para nuestro uso y para nuestras celebraciones, es una especie de atraso que se puede curar con las recetas de evolución y prosperidad que nos van a proporcionar gentes que no han trabajado en el campo en su vida.

A todos esos que sienten la tentación de decirnos desde su ideología animalista lo que deberíamos hacer en el campo les digo dos cosas. La primera, que si es tan sencillo eso de reconvertirse en el mundo rural, que vengan y nos lo demuestren. Nada tan elocuente como liderar con el ejemplo. Lo segundo, que resulta que no queremos hacer otra cosa. En la gran mayoría de los pueblos de la España rural los animales son omnipresentes, han conformado nuestra forma de ser, de hacer, de pensar y de celebrar. Estamos orgulloso y queremos continuar el legado milenario que hemos recibido.

El animalismo es la ideología que persigue el objetivo final de no poder usar los animales. Quien diga lo contrario, simple y llanamente está mintiendo o desconoce de manera clamorosa lo que significa este concepto. Y no usar los animales significa la muerte sin posibilidad de retorno de la España rural, de la España vaciada. Sería una desconcertante sorpresa del destino que al final quien diera la puntilla a los menos favorecidos de este país, a los que todavía sostenemos penosamente la España rural, fuera un gobierno denominado progresista.

El animalsimo, ni que decir tiene, busca el final de la tauromaquia. Los toros en España, como elemento más característico de nuestra cultura, tiene un valor simbólico que lo hacen una cabeza especialmente apetitosa para el movimiento promovido por la industria animalista. Y no es una cuestión de gustos, señor Sanchez y, especialmente, señor Iglesias: es una cuestión de respeto al orden constitucional y algo que va más allá incluso. Un sagrado respeto a la libertad cultural de los pueblos.

La cultura popular de un pueblo es la que ese pueblo decide que es. No se toca, no tiene que “evolucionar”, no hay que “adaptarla” a nada. Solo los regímenes totalitarios se atreven a eso. Tampoco es objeto de referéndum, señor Iglesias. Entiendo que son cosas que se dicen en campaña pero también quiero pensar que sabe perfectamente que un referéndum de esas características no sería legal. Como no hubiera sido posible un referéndum sobre el rock radical vasco en los 80 o sobre el reguetón ahora, por mucho que a alguien no le gustasen. La cultura no se toca. Tampoco la que no compartimos o entendemos.

No es nuevo que sobre determinadas expresiones culturales se hayan alzado voces alegando inmoralidad. La historia de la censura es una historia de la imposición moral sobre la libertad cultural. Uno de los casos que recientemente más indignación internacional provocó, hizo que la UNESCO interviniera para proteger todas y cada una de las expresiones culturales. Fue en 2001, cuando el régimen talibán decidió bombardear y destruir los budas de Bamiyán por ser considerados contrarios a su moral. Ese mismo año, la UNESCO aprobó la convención sobre diversidad cultural, en la que exponía que solo existía una única línea roja que no pueden traspasar las expresiones culturales para ser admisibles: los derechos humanos y libertades fundamentales.

Igual que no se pueden destruir los budas, tampoco se puede bombardear la tauromaquia. Lo único que pueden hacer los poderes públicos respecto de la tauromaquia, en cuanto a expresión cultural y de acuerdo con la Constitución (art. 46), es garantizar su “conservación” y “promover su enriquecimiento”. O sea, promocionarla, tutelando el acceso a la misma, ya que todos tienen derecho a ella.

 

El animalismo, una amenaza global

Gracias a la Federación Andaluza de Caza, fuimos invitados a participar en el suplemento “Caza y Naturaleza” que editan dentro de ABC Sevilla, ABC Córdoba, Ideal de Granada, Jaén, Almería, Diario Sur y La Voz de Cádiz.

Con “El animalismo, una amenaza global”, l artículo escrito por el presidente de la FT Victorino Martín participamos en él.

En este sentido, podemos leer que:

El animalismo, una amenaza global “Solo las cinco primeras entidades animalistas del mundo manejan un presupuesto conjunto de más de 800 millones de dólares anuales”

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El 26-M y los Sanfermines sin toros

Chapu Apaolaza, periodista y portavoz de la Fundación Toro de Lidia, analiza el resultado de las elecciones del 26-M en su columna en ‘Diario Navarra’:

“El 26-M y los Sanfermines sin toros”

Una de las fantasías más delirantes en las que ha creído la clase política en los últimos años, y probablemente el mayor gol que les ha metido el animalismo, ha sido la creencia de que alguien tarde o temprano prohibiría la tauromaquia o aceptaría su final, y que esto no tendría un coste electoral. La realidad explica lo contrario.

El 26M dice que el que toca el toro, pierde. Navarra y Pamplona son un ejemplo del coste electoral de dudar sobre el apoyo a la tauromaquia. Joseba Asirón abrió la espita al sondear unas fiestas de San Fermín sin toros. Después, Geroa Bai se abandonaba a una futura prohibición taurina, aceptaba el final de los sanfermines tal y como los conocemos, y se adscribía al colaboracionismo animalista. Hoy han conocido el coste que ha supuesto para ellos.

La tauromaquia ha ganado las elecciones en otros sitios: En Madrid capital, por ejemplo, donde Manuela Carmena no ha conciliado la mayoría suficiente después de ningunear y censurar a la gente del toro. En la Comunidad de Madrid, Errejón y Carmena plantearon por primera vez la batalla de la “tauromaquia sin muerte” e Isa Serra, el fin de las corridas. Unos no consiguen gobernar y la otra desaparece del mapa. Podemos abogaba por un referéndum para prohibir la fiesta de los toros y ha sido el gran derrotado del 26-M. Esto, sin hablar del gatillazo del Pacma.

Alguien pensó que los ciento de miles de espectadores de San Isidro (un millón de entradas vendidas) y las gentes de la Comunidad de Madrid de los festejos entre los que hay izquierda, derecha y centro, votarían el exterminio de su propia cultura. Se equivocó. El factor ‘toro’ es transversal: la derecha gana cuando apoya la tauromaquia, pero también la izquierda. Emiliano García Page en Castilla- La Mancha y Guillermo Fernández Vara, en Extremadura, han fomentado abiertamente el toreo y han conseguido la mayoría absoluta en sus comunidades. Que los dos presidentes autonómicos con más fuerza en España sean de izquierdas y taurinos debiera servir para desterrar el viejo mito del toro de derechas, al igual que el de las tauromaquias como falsa tensión entre Euskadi y España.

El toro une y es de todos: pertenece al pueblo y el que lo ataque, atacará al pueblo. Querían una consulta sobre los toros; ahí la tienen.

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El toro frente a la nada

En este artículo publicado en el diario ABC, Borja Cardelús, director general de la FTL, analiza la persecución que sufre la cultura del toro en este comienzo del siglo XXI y afirma que es “uno de los casos más escandalosos de intento de exterminio cultural que han visto los tiempos”.

En este sentido, podemos leer que:

“El toro, como elemento con el que el torero forja un arte universal y seña de identidad de nuestra cultura, el arte de torear, es elemento vital esencial para miles de personas que asisten a esta creación efímera. Un arte que, además, es potencia inspiradora insustituible de otras muchas obras de arte, en todas las disciplinas”.

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La ciudad antitaurina donde se matan 14.000 cerdos al día

En este artículo, Victorino Martín, presidente de la Fundación del Toro de Lidia, quiere mostrar la incongruencia de la ciudad de Olot: un municipio catalán que deniega poder realizar una corrida de toros por estar declarada como “ciudad contraria a las corridas de toros y amiga de los animales” pero es de los centros de producción carnita más importantes de Europa.

En este sentido, el ganadero comparte:

“Olot se declara ciudad amiga de los animales. Pero desde ese año (2014), y hasta hace sólo dos o tres, ha venido subvencionando asociaciones de caza y de pesca del municipio. Nos parece fantástico, pero percibimos cierta incongruencia. ¿Quizás Olot es, según su alcalde, amiga de unos cuantos animales y de otros no tanto?

Porque Olot es también un importantísimo centro de producción cárnica, uno de los principales de Europa. Es tan exitoso que se calcula que en el matadero de Olot se sacrifican 14.000 cerdos diarios, de lunes a viernes”.

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La tauromaquia como termómetro de la sociedad

En esta tribuna publicada en el diario Hoy de Extremadura el pasado 7 de marzo, Victorino Martín, presidente de la FTL, analiza la batalla que se está librando en toro al mundo del toro.

En este sentido, Victorino Martín afirma:

“Vivimos tiempos convulsos, tiempos en los que alrededor del toro estamos viviendo batallas culturales que determinarán el rumbo que como sociedad vayamos a tomar en el futuro.

El debate va mucho más allá de la propia existencia de las corridas de toros, y tiene mucha más importancia de la que a primera vista pudiera parecer. Vayamos por partes para entender qué nos estamos jugando cuando hablamos de toros”.

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Victorino Martín, Président de la Fondation du Toro de Combat, devant le Sénat

Discours intégral de Victorino Martin devant le Sénat :

« Le mouvement animaliste veut annihiler l’Espagne rurale »

L’éleveur et Président de la Fondation du Toro de combat défend la tauromachie en tant que « cadeau culturel de l’Espagne à l’humanité ».

 

Mesdames et Messieurs les Sénateurs,

C’est un honneur de pouvoir intervenir devant vous aujourd’hui, en ce lieu qui représente le peuple Espagnol et son territoire.

Je comparais devant vous en ma qualité d’éleveur.

En représentation d’une lignée qui a fait l’objet de sélections durant des centaines d’années, il s’agit du toro brave, qui, en plus représenter l’image la plus connue de l’Espagne aux quatre coins du monde, est l’un des trésors génétiques de notre patrimoine.

Mais avant tout, je comparais devant vous en tant que Président de la Fondation du Toro de Combat, une entité de la société civile qui représente l’ensemble du monde taurin : tant les professionnels que les millions d’aficionados de la culture taurine, dans ses multiples expressions.

Il s’agit du toro de combat dans l’arène, et également ceux de « los bous al carrer »(littéralement « toros en la calle », toros dans la rue, jeux taurins pratiqués dans la région de Valence), ceux de recortes, ceux de « los correbous » (encierro catalan se pratiquant avec des vachettes)ceux de la « sokamoturra » (spectacle populaire taurin pratiqué au Pays Basque où il s’agit d’attraper les toros avec une corde), et tant d’autres.

Le toro structure depuis des siècles notre territoire.

Ce n’est pas par hasard que ce dernier est notre signe distinctif dans le monde entier.

Pour cela, il n’y a pas de meilleur endroit que celui-ci pour parler de tauromachie, expression culturelle ancestrale qui, dans chacun de nos territoires, trouve sa propre manière de s’exprimer.

L’aimerais que mon intervention aujourd’hui devant la Commission Culturelle du Sénat mette en lumière et éclaircisse quelques uns des aspects de la tauromachie qui sont aujourd’hui en jeu.

Pour y parvenir, la première des choses est de définir le champ du débat.

Oublier un instant la discussion quasi folklorique « pour ou contre la corrida, pour ou contre les jeux taurins » pour approfondir un peu sur la nature des choses.

Comprenons que le débat sur les toros –si nous souhaitons aboutir à notre objectif- nécessite de laisser de côté les habituels lieux communs.

Tout d’abord, il convient de se référer à notre relation aux animaux.

Comment doit être cette relation ?

Notre culture, notre civilisation, s’est construite sur la base de la domination de l’homme sur les autres acteurs avec lesquels nous partageons la planète : objets inanimés, plantes et animaux.

L’homo Sapiens a débuté son évolution spectaculaire à partir du moment où il a commencé à dominer tant les plantes que les animaux.

La révolution du néolithique nous a fait parvenir là où nous sommes aujourd’hui.

Les modèles de pensée n’ont rien fait d’autre que de reprendre cet état de choses, cette domination de l’homme sur la nature, que nous pourrions résumer avec cette citation de Protagoras (penseur Grec du Vè siècle) : « l’homme est le moyen de toutes choses »

A partir de ce cadre, nous sommes devenus ce que nous sommes, l’être humain utilise les animaux.

Et il les utilise pour de nombreux usages, non seulement pour l’impérieuse nécessité alimentaire.

Il les utilise pour se nourrir, pour sa survie ; mais également pour la haute gastronomie, raffinement intellectuel pour notre plaisir.

Il utilise également les animaux pour se vêtir, quand nous utilisons des vêtements de laine ou de cuir. Vêtements qui répondent à nos nécessités, mais également nos caprices, sous la forme de délicieux sacs, ceintures, blousons ou chaussures.

Et nous utilisons les animaux pour nos loisirs, pour effectuer une promenade à cheval, admirer un animal dans un zoo ou comme partie intégrante d’un folklore millénaire.

Ainsi, uniquement en Espagne et sans prendre en compte les poissons, sont tués chaque seconde environ 26 animaux.

1 560 animaux par minute.

Si nous prenions en compte les poissons, qui sont également des animaux, nous pourrions certainement tripler ce chiffre.

Je le répète, Mesdames et Messieurs les Sénateurs, 26 animaux par seconde.

Voici par conséquent la réalité froide.

Je repose la question : Pouvons nous continuer à utiliser les animaux ?

Nous devons répondre à cette question par un oui ou par un non.

Et la réponse pourrait être « non ». C’est ce, qu’en substance, défend le mouvement animaliste.

Ce mouvement est une idéologie qui, avec quelques nuances, impose l’idée que l’homme n’a pas le droit d’utiliser les animaux, quel que soit son objectif.

Le mouvement animaliste veut placer sur un pied d’égalité l’homme et l’animal.

L’animalisme, Mesdames et Messieurs les Sénateurs, est un mouvement qui a son origine dans le monde anglo-saxon.

Et plus précisément d’Amérique du Nord, et effectue la promotion de ses idées au niveau mondial.

Ce sont des dizaines d’organisations animalistes, avec des budgets de millions de dollars annuels, qui imposent cette idéologie de manière permanente.

Il ne se passe pas un jour sans que l’on voie dans un média une information relative à l’avancée de l’animalisme.

Nous sommes ainsi devant un mouvement international organisé, avec l’unique fin d’imposer un nouvel ordre moral au monde, de manière à ce que celui-ci devienne plus lisse culturellement, plus homogène, sans nuances.

Un monde lisse culturellement, prêt à ce que le vide laissé par notre expression culturelle soit colonisé, sans aucun doute, par de nouvelles coutumes, une pensée unique dans un monde de consommateurs homogènes.

Et, Mesdames et Messieurs les Sénateurs, il ne s’agit pas malheureusement d’un futur de science fiction, encore très lointain. L’animalisme est déjà très présent dans notre vie publique.

Ainsi, le Parti PACMA (Partido Animalista Contra el Maltrato Animal), déjà proche de la représentation parlementaire, prétend résolument imposer la cause animaliste.

D’autres partis plus forts également travaillent à imposer la doctrine animaliste.

Permettez que je vous lise l’extrait d’une proposition de loi sur le bien-être animal présentée en 2018 devant le Parlement d’Andalousie, par un Parti représenté au Parlement :

« S’interroger sur la mort, la maltraitance ou la privation de liberté des animaux sont des avancées acquises dans la conscience de millions de personnes en Andalousie, et en même temps des interrogations émergent sur l’utilisation des animaux lors d’événements ludiques, à des fins expérimentales, vestimentaires ou même pour l’alimentation. »

Comme vous pouvez le constater, il s’agit de l’idéologie animaliste exprimée de manière orthodoxe.

L’animalisme, soyons clairs, est de notre point de vue une philosophie absolument incompatible avec notre culture, avec l’humanisme méditerranéen.

L’animalisme engendrerait une hécatombe culturelle, économique et écologique.

Culturelle, parce que l’animalisme serait la fin de pratiques culturelles centenaires qui nous définissent comme peuple : la rapa das bestas (tradition de Galice, consistant à rassembler les chevaux semi-sauvages qui errent dans les montagnes afin de leur couper les crins et les soigner si nécessaire), la romeria del Rocio (pèlerinage du Rocio), el arrastre de piedras (tradition du Pays Basque, traction de pierres par des bœufs), l’Ecole Royale d’arts équestres d’Andalousie, les (corre bous – voir page 1), la cetreria (fauconnerie), l’abattage du cochon, les encierros de Pampelune ou de Medina del Campo, la fête de la lamproie, « del campanu » (fête du saumon dans les Asturies), la caballada de Atienza (cavalcade, province de Guadalajara), la fête du poulpe et tant d’autres événements.

Economique, car ce serait la fin des élevages bien sûr, et également du travail du cuir d’Ubrique, de l’exploitation du thon basque, du jambon de Jabugo, de Teruel ou de Guijuelo, des couvertures d’Ezcaray, des chaussures artisanales de Mallorca ou d’Alicante, du fromage sous toutes ses formes, de la charcuterie de Salamanque, la saucisse de Girona et de Lerida, la fin des fruits de mer en Galice ou de la route du thon à Barbate (Cadiz) ou de Zahara de los Atunes (Andalousie).

Et enfin, l’animalisme créerait une débacle écologique. Le paysage en Espagne, comprenant l’une des plus grandes biodiversités d’Europe, s’est construit principalement du fait de la relation de l’homme et de l’utilisation de l’animal.

De cette manière, l’animalisme mettrait fin à la « dehesa » , joyau écologique mondial, et également aux « prados cantabricos » (prairies cantabriques), aux « dehesas boyales » (San Sebastian de Los Reyes) et à l’inestimable attention que nous portons à l’élevage des brebis et des chèvres dans nos campagnes.

L’animalisme est l’annihilation totale et absolue de notre culture et également de notre monde rural, avec toute sa culture, matérielle et immatérielle, et ses multiples manières de faire, de dire, de chanter, de danser ou de ressentir.

Et le toro, comme emblème et représentation de la culture le plus représentatif d’Espagne, est le premier trophée qu’ils voudraient arracher.

Mais que cela soit bien clair, Mesdames et Messieurs les Sénateurs, après les toros il y aura d’autres batailles. L’animalisme ne s’arrêtera pas à l’interdiction des toros.

Pensez un instant de quelle façon le mouvement animaliste affecterait les différents territoires que vous représentez.

Et décidez ensuite si vous vous pliez à l’idéologie anti-taurine défendue par ces forces internationales.

Je comprends que, depuis un bureau à Madrid, il soit facile de défendre l’animalisme.

Je suis une personne fière d’appartenir au monde paysan.

Et je voudrais dire à tous ceux qui défendent l’animalisme qu’il viennent dans l’Espagne rurale, et qu’ils nous disent, en nous regardant dans les yeux, que nous ne pouvons plus vivre de ce qui nous fait vivre.

Il se peut que quelques uns trouvent à dire quelque chose comme « et bien, qu’ils se réinventent, qu’ils se consacrent à autre chose ».

Et à quoi exactement ? Qu’est-ce que nous allons faire de ces millions de personnes de l’Espagne rurale ? Tous développeurs d’applications pour téléphones mobiles ? Graphistes ? Inventeurs de je ne sais quelle chose qui serait à la mode ?

Mais dans quel monde vivent ces gens ?

A toutes ces personnes animalistes, je les invite à sortir de la ville, à approcher la campagne réelle, et qu’ils viennent nous dire en face qu’ils veulent nous détruire, qu’ils veulent en finir avec notre réalité.

L’animalisme, ce n’est pas s’occuper de chats et de chiens, l’animalisme veut annihiler l’Espagne rurale, tout simplement, de façon claire et nette.

Tout Parti politique qui approuve cette idéologie sera complice de cette tentative de destruction.

De toute façon, la réalité du monde, et bien sûr de l’Espagne nous indique que, à la question de savoir si nous pouvons utiliser les animaux, à ce jour, nous ne pouvons répondre que « oui ».

Et, si nous pouvons utiliser les animaux, pourquoi y a-t-il des gens qui demandent l’interdiction des toros ?

Mais parce que c’est un spectacle cruel, a-t-on l’habitude de répondre.

Mais moi je demande : Vraiment ? Peut-on considérer la tauromachie plus dure que la vie menée par les animaux dans l’immense majorité des exploitations industrielles ?

Ou le plus pertinent serait le fait que la cruauté de la tauromachie soit publique ?

Est-ce un problème d’y assister ? C’est un sujet particulièrement intéressant, Mesdames et Messieurs les Sénateurs.

Quel type de société voulons-nous ? Voulons nous une société où une minorité s’arroge le pouvoir de dire ce qui peut vu et ce qui ne peut pas l’être ?

Une caste inquisitrice qui pratique la censure et qui décide de ce qui est moral de ce qui ne l’est pas ? De ce qui est culturel et de ce qui ne l’est pas ?

Cette caste veillera-t-elle à que ne soit exposé qu’un type d’art ? Y aura-t- il l’art moral et l’art immoral interdit ? Décideront-ils de notre façon de nous vêtir pour être décents ? Décideront-ils de la longueur des jupes ? Décideront-ils où et qui nous pourrons embrasser ?

Mesdames et Messieurs les Sénateurs, vous êtes les garants pour empêcher qui que ce soit de faire de l’Espagne un pays moins libre, et vous ne pouvez autoriser quiconque s’arroge le droit de dire ce qui est culture et ce qui ne l’est pas.

Cependant, je peux presque entendre quelque protestation qui dirait : « non, ce n’est pas la même chose, ici il y a un animal impliqué. »

Oui, ici il y a un animal impliqué, c’est certain. Nous avons déjà dit que l’homme utilisait l’animal à son profit, à ses fins.

L’UNESCO marque une ligne rouge pour qu’une expression culturelle soit admissible, celle des droits de l’homme et des libertés fondamentales.

Et la tauromachie, évidemment, ne transgresse pas cette ligne rouge.

Les êtres humains, bien sûr, avons des devoirs éthiques vis-à-vis des animaux, il ne manquerait plus que cela. Et ces devoirs, nous ne les oublions pas dans le monde de la tauromachie, et que personne n’en doute.

Ces devoirs sont présents à notre esprit, depuis l’élevage dans nos « dehesas », pendant des années, jusqu’à ce qu’ils meurent dans l’arène, pour illustrer un rite centenaire, entouré de respect et d’admiration.

Seule une méconnaissance totale ou un mensonge éhonté font dire que les gens se rendent aux arènes pour s’amuser de la souffrance.

Si les gens s’amusaient de la souffrance, soyez sûrs que depuis longtemps, il y aurait des gradins dans les abattoirs.

Et il y aurait nombre de personnes qui ne le comprendraient pas et n’en verraient pas la nécessité.

Concernant les toros, je vous assure qu’il ne s’agit pas d’un simple engouement pour nombre de personnes. Il s’agit d’une partie inhérente à la plupart d’entre nous.

Savater (philosophe contemporain) dit que l’homme a besoin de l’art, des rites, pour créer des mécanismes contre la mort, des baumes contre l’évidence de notre destinée. Peut-être est-ce une explication au mystère du toro.

La corrida, et toutes ses expressions, illustre la vision intégrale de la vie.

Dans une société où la mort se contourne et en certaines occasions est délibérément masquée, de même que la vieillesse, la maladie ou la douleur, les fêtes taurines affrontent la mort sur tous les plans.

Ce rappel de la mort permet à celui qui participe à la fête, quelle qu’en soit la façon, à se sentir plus vivant.

Cette invitation à vivre avec plus d’intensité s’étend bien au-delà de l’arène et des rues où se déroulent les spectacles taurins. La conscience de la mort permet de vivre la vie plus intensément.

La tauromachie est universelle, car elle transmet la nécessité d’accepter la vie dans toutes ses dimensions, et de vivre en toute plénitude.

La tauromachie n’est pas un spectacle de mort, si ce n’est l’exaltation de ce que nous sommes : nous nous confrontons à la mort pour nous sentir vivants.

Voila la réalité pour des millions de personnes dans le monde. Nous ne demandons pas que tous la partagent. Par contre, nous exigeons que chacun la respecte.

Et je conviens que demeure une question sans réponse : la tauromachie est-t- elle nécessaire ?

Et bien, je n’en suis pas sûr …

La danse est-elle nécessaire ?

Le théâtre est-il nécessaire ?

Les différentes expressions culturelles sont-elles nécessaires ?

Notre espèce aurait-elle évolué sans la peinture cubiste ou sans la musique rock ? Goya, Falla ou Garcia Lorca sont-ils nécessaires ?

Peut-être aurions nous existé sans rien de tout cela. Certainement. Mais indubitablement, le monde serait un endroit bien plus pauvre. Comme il serait plus pauvre si la tauromachie n’existait pas.

Et précisément, pour préserver la richesse culturelle mondiale, l’UNESCO a approuvé en 2005 une Convention concernant la protection et la promotion de la Diversité des Expressions Culturelles, approuvée pour se prémunir de possibles censeurs de quelque expression culturelle.

Parce que toute expression culturelle est le patrimoine de chacun, et fait que le monde est plus riche. C’est le contraire de ce que prétendent certains.

L’UNESCO a approuvé cette Convention, à peine quelques années après la destruction des Buddhas de Bamiyan, en Afghanistan par le régime islamique taliban.

Ils ont été bombardés parce que quelqu’un a décidé que ces statues millénaires étaient contraires à la morale.

Pensez-y, Mesdames et Messieurs les Sénateurs : ils ont détruit le patrimoine culturel de tous, pour la seule raison qu’il paraissait immoral à quelques uns.

Ce n’est, ni plus ni moins, ce que certains prétendent faire avec la tauromachie.

J’en termine, Mesdames et Messieurs les Sénateurs,

La culture du toro est née sur les rives de la Méditerranée. Le toro, comme animal totem, est un mythe nécessaire à notre façon de comprendre le monde.

Ce n’est pas le hasard si le toro est précisément l’animal sur lequel se fondent les mythes fondateurs de l’Europe elle-même.

Et c’est cependant le génie ibérique qui a mis en évidence les significations plus profondes concernant la vie et la mort, en relation avec ce toro universel.

Et c’est ainsi, alors que notre Siècle d’Or en est à sa plénitude, que s’élargissent les limites de la culture de l’humanité, quand la tauromachie moderne illustre une de nos expressions culturelles les plus caractéristiques.

La culture ne se crée ni ne se détruit par décret, elle est le produit du temps, de la création de quelques uns et de l’accession du peuple à ces créations.

Ainsi apparaît et se développe la tauromachie.

Egalement de cette manière, depuis les origines ibères, la tauromachie fut adoptée en d’autres lieux, par des peuples ayant une pulsion vitale identique, une façon similaire de faire face à la vie et à la mort, de célébrer et exalter de façon radicalement vitale l’existence.

La tauromachie, Mesdames et Messieurs les Sénateurs, est le cadeau culturel de l’Espagne à l’humanité.

La France, le Portugal, le Mexique, l’Equateur, le Venezuela, la Colombie, le Pérou et l’Espagne, sont aujourd’hui les gardiens du précieux patrimoine de tous, et nous sommes tous responsables de sa pérennité et de sa transmission de génération en génération.

Mesdames et Messieurs les Sénateurs, soyez les dignes représentants de votre circonscription, et luttez pour la tauromachie, avec fierté, en tant que patrimoine commun de l’humanité.

Merci beaucoup.

Victorino Martín
Eleveur
Président de la Fondation du Toro de Combat.

Victorino Martín, President of the Fundación Toro de Lidia. Speech in the Senate

Ladies and gentlemen, It is an honour to be able to intervene today in this House, representative of the Spanish people and their territories.

I stand on my condition of bull breeder.

On behalf of a lineage which has selected for hundreds of years an animal, the bull, which besides being the most recognized image of Spain at any point on the planet, it is one of the genetic treasures of our heritage.

But I appear today mainly as president of the Fundación del Toro de Lidia, an entity of the civil society that represents everyone within the bull ́s world, from professionals to the millions of lovers of the bull ́s culture in its multiple expressions.

That of the bull in the arena, but also the bous al carrer, the cortes and recortes, the correbous, running of the bulls, the toro de cuerda, the sokamoturra or many others.

The bull structures our territory since centuries.

It is not a free random so that the Bull is our unquestionable hallmark throughout the world.

Therefore, no better than this place to talk about bullfighting, an ancestral cultural expression, which in each of the Spanish territories finds a way of manifesting itself.

I wish that my speech today in the Senate’s Culture Committee sheds a light that could help interpreting more clearly some of the aspects that today are at stake when we talk about bullfighting.

And to do so, the first thing is to properly frame the frame of discussion.

Abandon for a moment the almost folkloric debate of “bulls yes – bulls not”, to deepen a little more on the essence of things.

We understand that the debate on the bulls requires to separate it in two, if we are to conduct a successful analysis of the same, away from vulgar common places.

The first concerns our relationship with animals. How should that relationship be?

Our culture, our civilization, has been built from the domain of the human being on others with whom we share the planet: inanimate objects, plants and animals.

Homo sapiens begins its spectacular success story the moment he starts to dominate both the plants and the animals.

The Neolithic revolution has made us arrive to where we are now.

Thinking models have not done nothing but collect this state of matters, the mastery of man over nature, which could be summed up in that sentence of Protagoras: “Man is the measure of all things”.

Within this framework, which has made us to be who we are, the human being uses animals.

And they are used for many things, not just by an urgent food need.

We use them to eat, to survive; but also in Haute cuisine, intellectual refinement to our delight.

We also use animals for our clothing, when we use wool or leather garments. Garments that cover our needs, but also our whims, in the form of exquisite handbags, belts, jackets or shoes.

And we use the animals for our leisure, for horseback riding, admiring an animal in a zoo or as part of our ancient folklore.

Thus, only in Spain, and without considering the fish, approximately 26 animals are killed every second.

1,560 animals per minute.

If we consider the fish, which are also animals, we could probably triple these data.

I repeat, ladies and gentlemen, 26 animals per second. This is, therefore, the cold reality.

Again I pose the question. Can we still use animals?

And to this question we must respond with a ‘yes’ or a ‘no’.

And the answer could be ‘no’. This is, in essence, what the animalism movement defends.

Animalism is an ideology which, with different tinges, imposes that the men have no right to use animals for any of its purposes.

Animalism, want us to put up equal men and animals.

Animalism, Lords senators, is a movement that has its origin in the Anglo- Saxon world.

And it is from the Anglo-Saxon, North American world more specifically, from where the animalist ́s agenda is being promoted around the world.

There are dozens of animalist entities with budgets of millions of dollars per year that are permanently imposing this agenda.

It is difficult not to see in the media day by day any news related to the advancement of animalism.

We have thus an organized international movement with the sole purpose of imposing a new moral order to the world, so it becomes flatter culturally, more homogeneous, with fewer nuances.

A flat world culturally speaking ready so that the vacuum left by our cultural expressions can be colonized by new customs, a sole thinking in a world with homogeneous consumers.

And Lords senators, unfortunately it is not about of a science fiction future, too distant to us still.

Animalism is already very present in our lives.

Thus, the PACMA party, already close to parliamentary representation, seeks to expressly impose the animalist ́s creed.

But also other stronger parties are working to impose the doctrine of animal rights.

Let me read you a fragment of a proposed law presented in 2018 in the Andalusian Parliament by a party with parliamentary representation regarding animal welfare:

“To question the death, the abuse or the deprivation of liberty of the animals are consolidated advances in the consciousness of millions of people in Andalusia, while at the same time advance other types of inquiries about its use for entertainment events, for experimentation, for clothing or even for food”.

As you can see, it is the animal rights ideology expressed in an orthodox way.

Animalism is in our opinion a philosophy absolutely inconsistent with our culture, with the Mediterranean humanism.

Animalism would mean a cultural, economic and ecological catastrophe.

Cultural, because animalism would be the end of hundreds of cultural expressions that define us as people: the rapa das bestas, the pilgrimage of the Virgin of Rocio, the drag of stones, the Royal Andalusian School of Equestrian, the correbous, falconry, the pig slaughtering, the running of the bulls in Pamplona or in Medina del Campo, the feast of the lamprey, of the campanu, the drove of horses in Atienza, Octopus party and so many others.

Economic, because it will end with farming, of course, but also with the leather works in Ubrique, the Basque tuna, Jabugo, Teruel or Guijuelo ́s ham, Ezcaray blankets, handmade shoes in Mallorca or Alicante, the cheese in hundreds of styles, Salamanca ́s cold cut, the Catalan pork sausage, the end of the Galician shellfish or the almadraba in Zahara de los Atunes and Barbate.

And finally, animalism would also mean an ecological meltdown. The landscape in Spain, one of the most biodiverse of Europe, is a landscape largely comprised by the relationship of man and the animals that we use.

As such animalism would end the meadows, a global ecological jewel, but would also be the end of Cantabrian meadows, the pasture for grazing or the priceless care that sheep and goats make in our fields.

Animalism is the complete and utter annihilation of our culture and also of our rural world, with all its material and immaterial culture, with its heritage of ways to do, say, sing, dance or feel.

And the bull, as the totem and the most representative culture representation of Spain, is the first head that they want to collect.

But have it clear, ladies and gentlemen, after the Bulls it will go everything else. Animalism is not going to stop with the prohibition of the bulls.

Think for a moment on how animalism will affect to the different regions that you represent.

And then decide if you want to follow the anti-bullfighting game of those international forces. I understand that it might be easy to defend the animalism from an office in Madrid. I am a proudly countryman.

And I would say to all those who defend the animalism, to come to the rural Spain and then tell us, looking us to the eyes, that we can no longer live of what we live.

Maybe someone may think something like “well, let them reinvent themselves, they let them engage in something else”.

In what exactly? What is it that we millions of people of the rural Spain supposed to be doing? Developing mobile applications? Become graphic designers? Or innovators in whatever is cool at the time?

But in which world do these people live?

I invite all those animalist people to leave the city and to step on the field of reality, to tell us to face to face that they want to destroy us, that the want to put an end to all our reality.

Animalism is not about caring for cats and dogs, animalism wants to annihilate the rural Spain, so simple, so clear, and so overwhelming.

And any party that supports these ideological options, will be jointly responsible of that attempt of destruction.

In any case, the reality as of today worldwide and in Spain, of course, is that to the question of whether we can use animals, the answer is “Yes”.

And if we can use animals, why are people asking to forbid bullfighting? It is a cruel spectacle, is usually the answer to this question.

But I wonder, can bullfighting seriously be consider tougher than the life carried by the vast majority of animals in the industrial farms?

Or what is relevant is the fact that the rawness in bullfighting is public? Is the problem that we see it?

This is an extremely interesting topic, senators.

What kind of society do we want? Do we want a society where a part is spew the authority to say what can be seen and what cannot be seen?

An inquisitorial caste and censor who decides what is moral and what is immoral? What is culture and what is not culture?

Will this caste breed that only a certain type of art may be exposed? Will there be moral and immoral art forbidden? Will they decide how we should dress to be decent? Will they decide the length of skirts? Will they decide where and with whom we can kiss?

Ladies and gentlemen, you are guarantors that no one dares to make Spain a less free country, you cannot consent that someone spews the right to say what is culture or what is not culture.

Although I can almost hear some protest saying “no, it is not the same thing, here there is an animal involved”.

Yes, there is an animal involved, it is true. We have already said that the man uses animals for its profit, for its purposes.

The UNESCO only puts a red line for a cultural expression to be admissible, this is about human rights and fundamental freedoms.

And bullfighting, obviously, does not surpass such red line.

We the human beings have, of course, a series of ethical duties with animals. And without any doubt we have these duties very much present in the bullfighting world.

Those duties are present since they are taken care in our meadows years until they die in the arena, in the framework of a century-old ritual, surrounded by respect and admiration.

Only from the most absolute ignorance or malicious lie, we can say that people come to Bullring to enjoy the suffering.

If people enjoyed the suffering, be sure that a long time ago that there would be stands in the slaughterhouses.

And there will be many people who do not understand it, that see it unnecessary.

But the bullfighting, I assure you, is not a simple hobby for many people. It is an inherent part of the very essence of many of us.

Savater says that men need art and rituals to create mechanisms against death, balsams against the evidence of our destination. Perhaps this is an explanation for the mystery of the Bull.

Bullfighting and other expressions of bullfighting argue an integral vision of life.

In a society where death is obviated and sometimes deliberately hidden together with old age, disease, or pain, the bullfighting faces death from all levels.

This reminder of death allows to those that participate in the fiesta feel more attached to life.

This invitation to live more intensely radiates beyond the bullring and the street where the bulls are played. The consciousness of death allows that life can be lived more fully.

The bulls are universal because they convey the need to accept life in all its dimensions and how to live in fullness

The bulls are not a spectacle of death, but of exaltation of what we are: confront death to feel alive.

This is the reality for millions of people around the world. We do not ask everyone to share it. But we do demand that everyone respects it.

And I understand that there is still a question that does not quite have an answer: Is bullfighting needed?

Well, I’m not sure…

Is dance needed?

Is theatre necessary?

Are the different cultural expressions necessary?

Had we developed ourselves as species without Cubist painting or rock music? Are Goya, Falla or Garcia Lorca necessary?

Perhaps we could have existed without any of these things. Surely. But no doubt the world would be a much poorer place.

As poorer the world would be if there was no bullfighting.

And precisely, to preserve the cultural richness of the world, the UNESCO adopted in 2005 its Convention on the protection and promotion of the diversity of the cultural expressions, approved to prevent it from the possible censors of any cultural expression.

Because any cultural expression is the heritage of all, it makes the world more rich, the opposite of what some pretend

And the Unesco approved this convention just a few years after the destruction of the Bamiyan Buddha’s in Afghanistan by the Taliban Islamic Regime.

They were bombarded because someone decided that those ancient statues were contrary to morality.

A reflexion on this senators; they destroyed a cultural heritage of all for the only reason that for some of them it seemed immoral

This is, neither more nor less, what some are pretending with bullfighting.

And I finish now, ladies and gentlemen

The culture of the bull was born on Mediterranean Sea shores. The bull as a totemic animal is a necessary myth in our way of understanding the world.

It is no coincidence that it is precisely a bull the animal on which the founding myths of Europe are held.

It is however the Iberian genre who finds deeper meanings on live and death in its relationship with this universal bull.

And it is so when, in times of our Golden Age is at its fullness widening the culture of humanity, when modern bullfighting appears as one of the most characteristic cultural expressions.

Culture is neither created nor destroyed by decree, but it is the product of time, the creations of some and of the assumption by people of those creations.

This is how bullfighting arises and develops

And also this is the way, since the Iberian origins, that bullfighting is adopted in other places, people with a similar vital drive, a similar way of facing life and death, of celebrating and exalting in a radically vital way the existence.

Bullfighting, ladies and gentlemen, is the cultural gift of Spain to the humanity.

France, Portugal, Mexico, Ecuador, Venezuela, Colombia, Peru and Spain, are guardians of an exquisite patrimony of all and we are all responsible of its care and its transfer from generation to generation

Ladies and gentlemen, be worthy representatives of your people and fight for bullfighting, with pride, as the common cultural heritage of humanity.

 

Victorino Martín

Bull breeder

President of the Fundación del Toro de Lidia.

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Victorino Martín, presidente de la FTL, ante el Senado

Señorías,

Es un honor poder intervenir hoy en esta casa, representación del pueblo español y de sus territorios.Comparezco en mi condición de ganadero.En representación de una estirpe que ha seleccionado durante cientos de años un animal, el toro bravo, que además de ser la imagen más reconocida de España en cualquier punto del planeta, es uno de los tesoros genéticos de nuestro patrimonio.Pero comparezco sobre todo como presidente de la Fundación del Toro de Lidia, una entidad de la sociedad civil que representa a todo el mundo del toro, tanto a los profesionales como a los millones de amantes de la cultura del toro en sus múltiples expresiones.La del toro en la plaza, pero también la de los bous al carrer, los cortes y los recortes, la de los correbous, los encierros, el toro de cuerda, la sokamoturra o tantas otras. El toro vertebra desde hace siglos nuestro territorio.No es un azar gratuito por lo que el toro es nuestra incuestionable seña de identidad en el mundo entero.Por tanto, ningún lugar mejor que este para hablar de tauromaquia, expresión cultural ancestral, que en cada uno de los territorios de España encuentra una manera propia de manifestarse.Me gustaría que mi intervención hoy en la Comisión de Cultura del Senado arrojara alguna luz que pudiera ayudar a interpretar de una manera más clara algunos de los aspectos que están hoy en juego cuando hablamos de tauromaquia.Y para poder hacerlo, lo primero es encuadrar adecuadamente el marco de discusión. Abandonar por un momento el casi folclórico debate de “toros sí –toros no”, para profundizar un poco más en la esencia de las cosas. Entendemos que el debate sobre los toros requiere separarlo en dos, si queremos realizar un análisis acertado del mismo, lejos de vulgares lugares comunes.

El primero se refiere a nuestra relación con los animales.¿Cómo debe ser esa relación?Nuestra cultura, nuestra civilización, se ha construido desde el dominio del ser humano sobre otros actores con los que compartimos planeta: objetos inanimados, plantas y animales.El homo sapiens inicia su espectacular historia de éxito en el momento en el que comienza a dominar tanto las plantas como los animales.La revolución neolítica nos ha hecho llegar hasta donde estamos.Los modelos de pensamiento no han hecho otra cosa que recoger ese estado de cosas, ese dominio del hombre sobre la naturaleza, que podríamos resumir en aquella sentencia de Protágoras: “El Hombre es la medida de todas las cosas”.Dentro de este marco, que ha logrado que seamos lo que somos, el ser humano usa a los animales. Y los usa para muchas cosas, no solo por una imperiosa necesidad alimenticia. Los utiliza para comer, para su supervivencia; pero también en la alta gastronomía, refinamiento intelectual para nuestro deleite. Utiliza también a los animales para su vestimenta, cuando usamos prendas de lana o de cuero. Prendas que cubren nuestras necesidades, pero también nuestros caprichos, en forma de exquisitos bolsos, cinturones, chaquetas o zapatos.Y utilizamos los animales para nuestro ocio, para darnos un paseo a caballo, admirar un animal en un zoológico o como parte de nuestro milenario folclore.Así, solo en España y sin considerar a los peces, se matan cada segundo aproximadamente 26 animales.1.560 animales por minuto. Si consideráramos los peces, que también son animales, seguramente podríamos triplicar estos datos.

Repito, Señorías, 26 animales por segundo.Esta es, por tanto, la fría realidad. Vuelvoa plantear el interrogante. ¿Podemos seguir utilizando a los animales?Y ante esta pregunta debemos responder con un “sí” o con un “no”. Y la respuesta podría ser “no”. Esto es, en esencia, lo que defiende el movimiento animalista. El animalismo es una ideología que, con diferentes matices, impone que los hombres no tienen derecho a utilizar animales para ninguno de sus fines. El animalismo, nos quiere poner en pie de igualdad a hombres y animales. El animalismo, Señores Senadores, es un movimiento que tiene su origen en el mundo anglosajón. Y es desde el mundo anglosajón, norteamericano más específicamente, desde donde principalmente se está promoviendo la agenda animalista a nivel mundial.Son decenas las entidades animalistas que con presupuestos de millones de dólares al año están imponiendo de manera permanente esta agenda.Es difícil que pase un solo día en el que no pueda verse en cualquier medio, alguna noticia relacionada con el avance del animalismo. Tenemos pues un movimiento internacional organizado, con el único fin de imponer un nuevo orden moral en el mundo, de manera que este sea más plano culturalmente, más homogéneo, con menos matices.Un mundo plano culturalmente, listo para que el vacío dejado por nuestras expresiones culturales sea colonizado, qué duda cabe, por nuevas costumbres, un pensamiento único en un mundo con consumidores homogéneos.Y Señores Senadores, no se trata por desgracia de un futuro de ciencia ficción, muy lejano todavía para nosotros.

El animalismo está ya muy presente en nuestra vida pública.Así, el partido PACMA, cercano ya a la representación parlamentaria, pretende de manera expresa imponer el credo animalista. Pero también otros partidos más fuertes trabajan para imponer la doctrinaanimalista. Permítame que les lea un fragmento de una propuesta de ley de bienestar animal presentada en 2018 en el Parlamento de Andalucía por un partido con representación parlamentaria:“Cuestionar la muerte, el maltrato o la privación de libertad delos animales son avances consolidados en la conciencia de millones de personas en Andalucía, al mismo tiempo que avanzan otro tipo de cuestionamientos sobre su uso para eventos lúdicos, para experimentación, para vestimenta o incluso para alimentación”.Como ven, se trata de la ideología animalista expresada de manera ortodoxa. El animalismo, tengámoslo claro, es en nuestra opinión una filosofía absolutamente incompatible con nuestra cultura, con el humanismo mediterráneo.El animalismo supondría una hecatombe cultural, económica y ecológica.Cultural, porque el animalismo sería el fin de centenares de expresiones culturales que nos definen como pueblo: la rapa das bestas, la romería del Rocío, el arrastre de piedras, la Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre, los corre bous, la cetrería, la matanza del cerdo, los encierros en Pamplona o en Medina del Campo, la fiesta de la lamprea, del campanu, la caballada de Atienza, la fiesta del pulpo o tantas otras.Económica, porque acabaría con las explotaciones ganaderas, por supuesto, pero también con el trabajo con cuero en Ubrique, los atuneros vascos, el jamón de Jabugo, de Teruel o de Guijuelo, las mantas de Ezcaray, los zapatos artesanales de Mallorca o los de Alicante, el queso en sus cientos de estilos, los embutidos salmantinos, la butifarra gerundense y leridana, el fin del marisqueo gallego o de la almadraba en Barbate y Zahara de los Atunes.Y finalmente, también el animalismo supondría una debacle ecológica. El paisaje en España, unode los más biodiversos de Europa, es un paisaje conformado en gran medida por la relación del hombre y los animales que utilizamos.

De esta manera, el animalismo pondría fin a la dehesa, joya ecológica mundial, pero también sería el fin de los prados cantábricos, de las dehesas boyales o del impagable cuidado que ovejas y cabras realizan en nuestros campos.El animalismo es la aniquilación total y absoluta de nuestra cultura y también de nuestro mundo rural, con toda su cultura material e inmaterial, con ese acervo de maneras de hacer, de decir, de cantar, de bailar o de sentir. Y el toro, como tótem y representación de la cultura más representativa de España, es la primera cabeza que se quieren cobrar.Pero tengámoslo claro, Señorías, detrás de los toros irá todo lo demás. El animalismo no se va a detener en la prohibición de los toros.Piensen por un momento en cómo va a afectar el animalismo a los diferentes territorios que representan.Y decidan entonces si quieren seguir el juego antitaurinoa esas fuerzas internacionales.Entiendo que desde un despacho en Madrid pueda resultar fácil defender el animalismo. Yo soy una persona orgullosamente de campo. Y me gustaría decir a todos aquellos que defienden el animalismo, que vengan a la España rural y que nos digan, mirándonos a los ojos, que ya no podemos vivir de lo que vivimos.Puede que alguno se le ocurra decir algo como “bueno, que se reinventen, que se dediquen a otra cosa”. ¿A qué exactamente? ¿qué se supone que tenemos que hacer los millones de personas de la España rural? ¿todos desarrolladores de aplicaciones para móviles? ¿diseñadores gráficos? ¿innovadores en no sé qué cosa que esté de moda? ¿Pero en qué mundo vive esta gente?A toda esa gente animalista les invito a salir de la ciudad, a pisar el campo de la realidad, a que nos digan a la cara que nos quieren destruir, que quieren acabar con toda nuestra realidad.

El animalismo no es cuidar gatos y perros, el animalismo quiere aniquilar la España rural, así de simple, así de claro, así de rotundo. Y cualquier partido que apoye estas opciones ideológicas, será corresponsable de ese intento de destrucción.En todo caso, la realidad en el mundo y desde luego en España, nos dice que a la pregunta de si podemos utilizar los animales, hoy por hoy solo podemos responder con un “sí”.Y si podemos usar los animales, ¿por qué hay gente que pide que se prohíban los toros?Es que es un espectáculo cruel, suele ser la respuesta a esta pregunta.Pero yo pregunto, ¿en serio la tauromaquia se puede considerar más dura que la vida que lleva la inmensa mayoría de los animales en explotaciones industriales? ¿O lo relevante es el hecho de que la crudeza en la tauromaquia sea pública? ¿El problema es verlo?Este es un tema tremendamente interesante, Senadoras y Senadores.¿Qué clase de sociedad queremos? ¿Queremos una sociedad donde una parte se arrogue la potestad de decir qué puede ser visto y qué es lo que no puede ser visto?¿Una casta inquisitorial y censora que decida qué es moral y qué es inmoral? ¿qué es cultura y qué no es cultura?¿Velará esa casta porque solo se pueda exponer un tipo de obras de arte? ¿Habrá arte moral y arte inmoral prohibido? ¿decidirán cómo debemos vestirnos para ir decentes? ¿decidirán el largo de las faldas? ¿decidirán dónde y con quién podemos besarnos?Señorías, son ustedes garantes de que nadie se atreva a hacer de España un país menos libre, no pueden consentir que alguien se arrogue el derecho a decir qué es cultura o qué no es cultura.Aunque puedo casi escuchar alguna protesta diciendo “no, no es lo mismo, aquí hay un animal involucrado”.

Sí, hay un animal involucrado, es cierto. Ya hemos dicho que el hombre usa a los animales para su provecho, para sus fines.La UNESCO solo pone una línea roja para que una expresión cultural sea admisible, la de los derechos humanos y libertades fundamentales. Y la tauromaquia, obviamente, no trasgrede esa línea roja.Tenemos los seres humanos, desde luego, una serie de deberes éticos con los animales, faltaría más. Y esos deberes los tenemos muy presentes en el mundo de la tauromaquia, que a nadie le quepa la menor duda.Tenemos presentes esos deberes desde que son cuidados en nuestras dehesas durante años, hasta que mueren en la plaza, en el marco de un rito centenario, rodeado de respeto y admiración.Solo desde el desconocimiento más absoluto o desde la mentira maliciosa, se puede decir que la gente acude a una plaza de toros para disfrutar del sufrimiento. Si la gente disfrutara con el sufrimiento, tengan por seguro que hace mucho tiempo que habría gradas en los mataderos.Y habrá mucha gente que no lo entienda, que lo vea innecesario.Pero los toros, les aseguro, no son una simple afición para muchas personas. Son una parte consustancial de la propia esencia de muchos de nosotros. Savater dice que el hombre necesita del arte, de los ritos, para crear mecanismos contra la muerte, bálsamos contra la evidencia de nuestro destino. Quizá sea esta una explicación al misterio del toro.La corrida y las demás expresiones de la tauromaquia sostienen una visión integral de la vida. En una sociedad en la que la muerte se obvia y en ocasiones se oculta deliberadamente junto con la vejez, la enfermedad o el dolor, la fiesta de los toros enfrenta la muerte desde todos los planos.Este recordatorio de la muerte permite que el que participa en la fiesta de alguna manera se sienta más pegado a la vida. Esa invitación a vivir con más intensidad se irradia más allá de la plaza y de la calle donde se juegan los toros. La consciencia de la muerte permite que se pueda vivir la vida más plenamente.

Los toros se hacen universales porque transmiten la necesidad de aceptar la vida en todas sus dimensiones y vivirla en una mayor plenitud. Los toros no son un espectáculo de muerte, sino de exaltación de lo que somos: confrontamos la muerte para sentirnos vivos. Esta es la realidad para millones de personas en todo el mundo. No pedimos que todos la compartan. Pero sí exigimos que todo el mundo la respete. Y comprendo que sigue flotando una pregunta que no acaba de tener respuesta: ¿es necesaria la tauromaquia? Pues, no estoy muy seguro…¿Es necesaria la danza?¿Es necesario el teatro?¿Son necesarias las diferentes expresiones culturales?¿Podríamos haber avanzado como especie sin la pintura cubista o sin la música rock? ¿Son necesarios Goya, Falla o García Lorca? Quizá podríamos haber existido sin alguna de estas cosas. Seguramente.Pero indudablemente el mundo sería un lugar mucho más pobre. Como sería más pobre el mundo si no existiera la tauromaquia.Y precisamente, para preservar la riqueza cultural del mundo, la UNESCO aprobó en 2005 su Convención sobre la protección y la promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales, aprobada parap revenir de los posibles censores de cualquier expresión cultural. Porque cualquier expresión cultural es patrimonio de todos, hace que el mundo sea más rico. Lo contrario de lo que pretenden algunos.Y aprobó la UNESCO esta Convención apenas unos años después de la destrucción de los Budas de Bamiyán, en Afganistán, por parte del régimen islámico talibán.

Los bombardearon porque alguien decidió que aquellas estatuas milenarias eran contrarias a la moral. Reflexionen sobre esto, Senadoras y Senadores: destruyeron un patrimonio cultural de todos, por la única razón de que a algunos les pareció inmoral.Esto, ni más ni menos, es lo que algunos están pretendiendo con la tauromaquia.Finalizo ya, Señorías.La cultura del toro nació en las orillas del Mediterráneo El toro como animal totémico, es un mito necesario en nuestra manera de entender el mundo. No es casualidad que sea precisamente un toro el animal sobre el que se sostienen los mitos fundacionales de la propia Europa.Es sin embargo el genio ibero el que encuentra significados más profundos sobre la vida y la muerte en su relación con ese toro universal. Y es así cuando, en tiempos en que nuestro Siglo de Oro se encuentra en su plenitud ensanchando los límites de la cultura de la humanidad, se alumbra la tauromaquia moderna como una de nuestras expresiones culturales más características.La cultura ni se crea ni se destruye por decreto, sino que es el producto del tiempo, de la creación de unos y de la asunción por un pueblo de esas creaciones. Así surge y se desarrolla la tauromaquia.También de esta manera, desde los orígenes iberos, la tauromaquia se adopta en otros lugares, pueblos con una pulsión vital similar, una manera parecida de encarar la vida y la muerte, de celebrar y exaltar de forma radicalmente vital la existencia.La tauromaquia, Señorías, es el regalo cultural de España a la humanidad. Francia, Portugal, México, Ecuador, Venezuela, Colombia, Perú y España, somos hoy guardianes de un exquisito patrimonio de todos, y somos todos responsables de su cuidado y de su traslación de generación en generación.

Señorías, sean dignos representantes de su pueblo y luchen por la tauromaquia, con orgullo, como patrimonio cultural común de la humanidad.

Muchas gracias.

Victorino MartínGanaderoPresidente de la Fundación del Toro de Lidia.

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